martes, 31 de diciembre de 2019

MELANCÓLICO BLUES


                                   




Manolo, un viejo guitarrista incapaz para el flamenco pero con duende para el blues, ocupaba el  diminuto escenario del Rory, ataviado con traje y sombrero blanco y unas  enormes gafas de sol que escondían su tristeza. Deslizó un tubo de metal incrustado en su dedo corazón por el mástil de la guitarra: un slide lento que dejaba una sensación melancólica y suavizaba su quebrada voz.  El Missisipi estaba demasiado lejos y el Llobregat era poco inspirador, pero Manolo no tenía nada que envidiar a los negros sureños de principios del siglo XX.