Esta es mi segunda aportación para el concurso MICROFANTASY III del Círculo de Escritores.
Cien minúsculas hadas tejían vestidos negros para Azabache,
la bruja reina. Privadas de sus poderes
por la anciana hechicera, se pasaban días y noches enhebrando agujas, uniendo
trozos de sacos con retales de ropa vieja, cosiendo botones y bordados con
palabras indescifrables. Teñían, con
polvos negros de sus alas quemadas o con el agua en la que habían hervido
raíces y plantas, las ásperas telas que cubrirían el cuerpo de la bruja.
Azabache, reina de la oscuridad, dormía plácidamente durante
el día mientras un ejército de escobas voladoras vigilaba el trabajo de las
hadas. Escobas mágicas que golpeaban a las perezosas y a las rebeldes. Escobas guardianas
del reino del terror que volaban sobre las cabezas de las indefensas hadas,
cubriendo el cielo de palos y ramas sin alma.
Junto al tronco de un avellano, dos hadas ajenas al grupo
prisionero contemplaban la escena con pesar. Sabían que ni con sus poderes
podrían liberar a sus compañeras. La noche estaba llegando y un manto de
estrellas alumbraría una escena que se repetía desde tiempos inmemoriales. Ahora eran las hadas, pero también los
duendes, elfos, ninfas y gnomos habían sido esclavos del terror. Sabían que
nada podía cambiar el orden establecido.
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