Nos conocimos en una manifestación marcianista. Miles de terrícolas y marcianos reclamando derechos extraviados en las alcantarillas de un poder invisible. Los marcianos llevaban años conviviendo con nosotros sin poder disfrutar de plena igualdad. Marginados por su color y aspecto, malvivían en suburbios alejados del centro de Barcelona o cualquier otra gran ciudad.
Acudimos varios amigos comprometidos con la causa y sin demasiadas cosas que hacer. Delante nuestro, varias marcianas agitaban banderas y coreaban improperios con voces metálicas y un dulce acento del sur de Marte. Yo codeé a uno de mis colegas y le mostré con un gesto visual el culo de Rigoberta. Espectacular, me dijo, dividiendo la palabra en sílabas y regodeándose en el hermoso trasero de la marciana. Olvidamos que nos estaba viendo con su ojo posterior e intentamos camuflar nuestra estupidez uniéndonos a los cánticos que clamaban cada vez con más fuerza.
No pude apartar la mirada de ese ojo hipnótico durante largo rato. Un ligero pestañeo, quizás provocado por el humo de un cigarro, lo interpreté como un guiño. Me adelanté a mis compañeros situándome junto a las jóvenes marcianas y comencé una torpe conversación con ellas, convenciéndolas de vernos después de la manifestación. Sólo acudió Rigoberta. Mis amigos saludaron y se esfumaron caballerosamente.
Quedamos varias veces antes de invitarme a su minúsculo piso. Me ofreció una bebida que no reconocí y sin dejarme apenas probarla preguntó con aire autoritario: ¿follamos? Con Rigoberta todo sucedía demasiado deprisa. Conociendo la longevidad de los marcianos, no me explicaba su celeridad, como si el mundo finalizara al día siguiente.
Me cogió entre sus brazos como si fuera el galán de una película en su noche de bodas, representando yo el papel de novia, mientras ella abría de una patada la puerta de la habitación. Me lanzó con suavidad al camastro y se deshizo de su ligera ropa. Sus tres pechos verdes se balanceaban ante mi atónita mirada. Me dio la espalda mientras dejaba su ropa plegada sobre una silla. Su tercer ojo, el de la nuca, no me dejaba ni un segundo de intimidad. Su verde y escamada desnudez se deslizó suavemente sobre mi rígido cuerpo y con un gesto veloz noté que estaba en su interior. Su boca se abrió y empezó a emitir agudos sonidos y extraños jadeos. Era la primera vez que mi pareja llegaba al orgasmo antes que yo. Cayó derrotada junto a mí sin que me hubiera dado tiempo de utilizar ni uno de mis escasos secretos amatorios.
— ¿Me quieres?
Se me cayó el cigarro sobre la cama. Un agujero bordeado por una circunferencia pardusca sobre el blanco impoluto de las sábanas era mi firma y la respuesta muda a una pregunta que consideré precipitada.
Nos casamos a los dos meses. No supe decir que no y aunque tampoco di mi consentimiento Rigoberta interpretó mi silencio como una afirmación. Y mi vida se aceleró. Nos hipotecamos en treinta años y en seis, tuvimos cuatro hijos: tres niñas y un niño. La mayor nació tan verde como Rigoberta y decidió ponerle su mismo nombre. La segunda era pálida, como yo, y escogió Luna. La menor de las niñas, María, por supuesto también era verde. El niño fue una terrible mezcla de franjas verdes y blancas y aunque de mutuo acuerdo lo inscribimos como Sergio, todo el mundo le llamaba Betis.
Nos queríamos, es decir, supongo que ella me quería, yo jamás supe definir lo que sentía por ella. Siempre había sido demasiado sumiso y la vida, la suya, me estaba aplastando. Había perdido mi espacio, mi pausa, y mis indecisiones e inseguridades se habían convertido en respuestas rotundas que jamás pronunciaba pero que Rigoberta se encargaba de convertirlas en concesiones a sus deseos.
Teníamos en común veintiseis años de hipoteca y cuatro hijos coloridos -las niñas, ordenadas por edad, eran el orgullo de cualquier andaluz- Su prisa y mi calma no casaban bien, la vida es demasiado breve y Rigoberta tenía permanentemente pisado el pedal del acelerador. Debía frenar y decirle que nuestra relación no tenía, ni había tenido ningún sentido.
— ¿Separarnos?
Intercambiamos los colores, ella palideció y a mí me puso verde: hijo de puta, cobarde, mal padre, terrícola de mierda. Amagó con darme una bofetada pero se arrepintió y me dio la espalda. Yo me agaché cobardemente, evitando el inexistente guantazo y perdí el equilibrio, cayendo ridículamente al suelo. Su impenitente ojo trasero me miraba con reproche, con odio, sin embargo, la oía sollozar. Era capaz de expresar varios sentimientos a la vez cuando yo era incapaz de mostrar alguno.
Me levanté junto a mi dignidad y me senté en el sillón. De nuevo, el silencio. Mi silencio. Encendí la televisión para airear los pocos pensamientos que desfilaban por mi cerebro y el murmullo de un presentador anodino me adormeció. Noté en mi cabeza las caricias de una mano escamada y velluda, deliciosa en todo caso. Era Rigoberta, desnuda, buscando una reconciliación imposible. Se sentó a horcajadas sobre mi cuerpo y buscó su placer. Yo me encontré vacío, sin saber qué responder. Como siempre.
Que relato más peculiar y divertido, esta pareja es una locura. Ella sabe cómo persuadirlo con su tercer ojo y su escamada desnudez. El pobre lo tiene en fase pasiva. 😆 ¡Me gustó mucho!
ResponderEliminarUn saludo
¡Esta crónica marciana es la lexe!
ResponderEliminarNo recuerdo, Jose, que te haya leído alguna vez algo de humor, normalmente en tus registro hay nostalgia, una pizca de desencanto, y en ocasiones unas gotas de ironía, aunque en la frase final del relato dejas asomar el desasosiego. Así que te leo con curiosidad este cambio en registro en clave de ja.
Bajo la capa de humor, hay una crítica social a la no aceptación de lo diferente, hasta al matrimonio.
Oye, ¿tres pechos?, bueno, es un plus 😊
¿La primera vez que una pareja llega al orgasmo antes que el eyaculador precoz?¡jo!
Lo del niño Betis un puntazo y del intercambio de colores ni te cuento.
Es un trabajo magnífico, Jose, (el mag ní fi co lo he pronunciado separando las sílabas)
Gracias, José, por participar con este relato en la XXV edición del concurso dedicada a Tom Sharpe y Wilt. Un abrazo y suerte!!
ResponderEliminarUn relato que deja clara una cosa: «Tu poderío escribiendo».
ResponderEliminarGracias, gracias por esta historia tan bien contada. Un abrazo y salud
Hola Jose, bueno, bueno, qué ocurrente, una realidad andaluza, pero con tres pechos. Reivindicación, género, fútbol, una personalidad casi bordeline, sumiso, triste, dependiente. Tiene de todo. Un relato trasmutado como los colores de piel, muy bueno. un gusto leerte, compañero. Un abrazo.
ResponderEliminarEsto sí que es integración interracial, José. Una pareja excepcional como protagonistas de un relato con todos los ingredientes necesarios para ser una aportación muy interesante al reto del Tintero.
ResponderEliminarSaludos.
Un abrazo.
Hola José, que buen relato divertido e imaginativo, y bien narrado, por un momento todo parece tan natural, como si al salir de casa pudiera encontrarme con una mani de marcianos, y alguna que otra Rigoberta, muy divertido, ha sido un placer leerlo. Saludos un abrazo, y suerte.
ResponderEliminarMe gustó mucho la originalidad del relato y has sabido darle su toque de humor. Los personajes están bien planteados, sobre todo Rigoberta que resulta fascinante. Muy buen relato. Saludos.
ResponderEliminarMe ha encantado... Desde tu hijo Betis hasta tu reacción ante un: ¿me quieres?. Te he visto echando cubos de agua al camastro... ¿Por qué eres tú el que se divorcia con cuatro churumbeles, dejando a una marciana sola? Mal marido, pero muy buen escritor.
ResponderEliminarJosé un original relato marciano. La protagonista Rigoberta usa toda su astucia para conquistar. El siempre pasivo y llegando tarde. Los colores verdes y pálidos muy bien conjuntados con en los hijos. El relato muy divertido. Un abrazo.
ResponderEliminarTu relato se ha vestido con la originalidad y frescura necesarias para narrar algo surrealista y estrambótico. Me ha gustado la naturalidad con la que manejabas la historia, como si fuera algo de cada día. Como si Rigoberta fuera pez común en este mar de marcianos que es la Tierra. Lo de los tres pechos lo tengo en la mente de alguna película, pero no me viene cuál. ¡buen trabajo! ¡Suerte!
ResponderEliminarBueno, bueno, José, nunca te había leído un relato en este registro, pero la maestría es la misma, y es que, cuando uno sabe lo que se hace da igual lo que le pongan. Me ha parecido original y muy gracioso por momentos, aunque ese final le otorgue dramatismo. La parte de la marciana genial, el tercer ojo, el ojo de Dios que todo lo ve, una alegoría fantástica, y con ese guiño a Filip k. Dick con los tres pechos de Desafío Total (aunque te digo que no se si en la novela también salia, pues yo solo vi la peli, pero encajaría igualmente) un aliciente perfecto para fusionar la cify con relatos se pareja. Por cierto, no soy del Betis pero me caen bien, XD.
ResponderEliminarEn definitiva, una propuesta diferente, divertida y genial.
Un abrazo.
Perdón, es Philip k. Dick, no Filip, hace daño solo de verlo, se me fue el pinzamen.
EliminarBueno, ya se sabe que el que calla otorga,... y el que otorga se casa, tiene 4 hijos y una hipoteca... jajaja
ResponderEliminarMuy divertido!
Hola, Jose, has dejado bien claro que uno del Sevilla jamás se podría casar con una marciana, le sale un hijo a rayas y tiene que romper el carnet. Las descripciones que has hecho son muy excesivas y el final me ha recordado la última escena de Con faldas y a lo loco. Saludos y suerte 🖐
ResponderEliminarJoder, que buen relato. Qué original, tiene humor, sexo, marcianas con tres tetas. ¿Qué más se puede pedir? ¿Un niño del Betis? Un saludo, yo con una marciana así me conformo, pero sin hijos...
ResponderEliminarUn relato la mar de divertido con puntitos de ironía, humor, y baño de realidad social.
ResponderEliminarCreo que la marciana gana al humano por goleada en cuanto a las victorias conseguidas y el armamento sexual desplegado.
Un abrazo.
Hola José. ¡Vaya como se las gastan las marcianas! O al menos la tal Rigoberta.
ResponderEliminarUn relato muy ingenioso, con esos detalles andaluces que tan bien has sabido meter hasta sacarme una buena sonrisa.
Te deseo mucha suerte en el concurso.
Un saludo.
Hola Jose
ResponderEliminarun placer leerte, como siempre.
Me ha sorprendido lo imaginativo del relato teniendo en cuenta que tus historias suelen tener los pies bien atados a la tierra. Ocurrente, divertido y diferente.
Enhorabuena y abrazos
Simplemente genial. Magníficamente escrito, original y muy divertido pese a es puntito de desasosiego que, como dice Isabel, dejas al final. Me ha encantado!
ResponderEliminarHola, Jose.
ResponderEliminarQué original, con tintes de crítica e ironía, con todos esos cobardes silencios que hacen que tu protagonista se encuentre en una situación que detesta desde el principio.
Muy bueno. Enhorabuena.
Un saludo.
Un relato muy entretenido, con elementos extraordinarios como la marciana o el hijo con los colores del betis en la piel. Divertido, con esa sazón de pimienta crítica a nuestra sociedad actual. Me ha gustado y me ha hecho sonreir.
ResponderEliminarBuen relato, un abrazo.
Un relato con grandes toques de humor, esa pareja con esa familia tan original no tiene desperdicio, la crítica está servida en grande dosis.
ResponderEliminarMe gustó la forma y como desarrollaste toda la historia.
Un abrazo Jose
Puri
La originalidad junto a tu experiencia en este terreno de las letras ha logrado crear una divertida parodia conyugal que rompe con los convencionalismos terrícolas y se deja llevar por un surrealismo del absurdo para narrar la historia como si se tratara de algo cotidiano y normal.
ResponderEliminarLos dos protagonistas crean entre ellos un gran contraste de personalidad y físico, de ahí también esa apariencia de los hijos y el humor que de ello se desprende, como el hijo al que todos llaman Betis.
Fantástica aportación y mi enhorabuena, Jose por tu talento.
Un abrazo.
Sergio, "el betis", ja,ja,ja. Esta historia es una concatenación de situaciones a cuál más divertida y surrealista. Por lo menos de momento. Quién sabe si después de la proeza de "aterrizar" en Marte, la Tierra empieza a ser el destino de migrantes marcianos. No me importaría ligarme a una marciana verde, pero lo del ojo trasero me agobiaría un poco, la verdad, ja,ja,ja.
ResponderEliminarMe lo he pasado pipa con este relato de humor estraterrestre.
Un abrazo.
Hola, Jose. Con la primera frase de presentación de la marciana, ya me he puesto en "este relato me va a gustar" y así ha sido. Ingenio, humor y una nota final con un punto de amargura. En tres minutos has cotado toda una vida de matrimonio de manera original. Estupendo relato de premio. Un abrazo.
ResponderEliminarHola, José. Me he reído mucho por las ocurrencias del relato. Muy bien construido, con mucha gracia y la mar de original. El pobre hombre las tenía todas en contra, y creo que aunque se hubiera casado con una terrícola no la hubiera llevado mejor por su cortedad.
ResponderEliminarUn placer leerte.
Abrazo
Rigoberta es un nombre que se las trae, ya sea marciana o no. Es un relato surrealista, no te había leído nada parecido, pero el tono de fondo tan realista y de crítica social es el tuyo, lo bordas. Golpes de humor a lo largo de todo el relato que me han sacado una sonrisa, los colores de los hijos formando la bandera del Betis, es de traca. El culo de Rigoberta es espectacular Esa escena en la que se ven pillados me encantó. Pero también hay una carga de misterio y de CF que al menos, a mí, me impone. Cada vez que sale ese ojo que todo lo ve. ¡Uf! Y de estudio psicológico de los personajes: ella queda perfectamente definida; en él hay algo de principio a fin que se me escapa, entiendo que representar el papel de novia en la pareja no era lo suyo, pero cómo pudo llegar tan lejos. Es un tímido del carajo. Pero tú, José, escribes de maravilla y cada vez me sorprendes más.
ResponderEliminar¡Felicidades y suerte en El tintero!
Qué idea original la de un romance con una inmigrante interplanetaria. Belleza alternativa si las habrá la de Rigoberta, mis respetos.
ResponderEliminar"No supe decir que no y tampoco di mi consentimiento", pobre hombre, me reí un poco de su desgracia.
El final me dejó algo de tristeza, qué desesperación no poder liberarse de algo así.
Buen relato, mucha suerte en el concurso.
Qué bueno este romance con una marciana. Al principio pensé que iba a ser en otro planeta... me has ido sorprendiendo a medida que avanzaba el relato y encima le has puesto esos pequeños y sutiles toques de humor. Me ha gustado muchísimo. Está excelentemente bien escrito.
ResponderEliminar¡Un saludo y mucha suerte!
José, felicidades por ese merecidísimo Tintero de plata. Una historia notable que se ha ganado un buen reconocimiento.
ResponderEliminarMuchas gracias, Pepe. Felicidades también por tu relato y mención. Un abrazo
EliminarHola José. Felicidades por ese segundo puesto que se lleva tu Rigoberto.
ResponderEliminarUn abrazo enorme.
Felicidades a ti, flamante Tintero de oro. Un abrazo
Eliminar¿Por qué será que no me extraña nada que alguno de los tres tinteros sean para ti?, ¿Será por lo bien que escribes...?
ResponderEliminarEnhorabuena Jose, tu relato es magnífico, como siempre.
También puede ser porque tú estabas fuera de concurso. Muchas gracias por tus palabras. Un abrazo fuerte, Isabel
EliminarMis felicitaciones por tu merecido Tintero de Plata y a seguir deleitándonos con tu estupenda prosa.
ResponderEliminarUn abrazo.
Muchas gracias, Estrella. Felicidades también a ti por tu mención y tu estupendo relato. Un abrazo
ResponderEliminarENHORABUENA, José, por tu brillante Tintero de Plata. Disfrútalo. Un abrazo.
ResponderEliminarMuchas gracias, Paco. Echo de menos tus participaciones. Espero nos veamos pronto en el Tintero. Un abrazo
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